QUIEN ME LO HUBIERA DICHO !!.
Proteger a mi gata se convirtió en mi razón de ser a mi edad. Quien me lo hubiera dicho ¡!
Nunca he sido amante de los animales domésticos, la verdad es que mi vida ha transcurrido como una obsesión por dispensarme una buena jubilación, y mientras he trabajado duro no he pensado que cuando llegara a casa pudiera dar parte de mi tiempo a una criatura ajena a mi propia familia.
Mi vida ahora, ya jubilada, transcurre entre la casa y mi segunda vivienda en un chalé.
Ya no tengo ganas de arrancar malas hierbas, mantener la casa en buen estado de revista, así que aquí vengo a descansar, pintar y de vez en cuando dar un paseo.
Un día, salí al jardín y entre las hierbas me siguió algo que con su zarpa me dio en la pierna, me volví y no vi nada, pero la atrevida volvió a darme otro manotazo y entonces me di cuenta de que me seguía.
Me fijé en ella y quien me lo hubiera dicho, que entre aquella pequeñaja y desgarbada gata y yo, se establecería un amor incondicional, grande y profundo.
Seguí con mis quehaceres y se quedó por ahí. De pronto la vi posada en el alféizar de la ventana, mirándome e intentando con la pata muy delicadamente atravesar el cristal.
Por la tarde volví a salir y ahí estaba ella persiguiéndome, me daba la vuelta y echaba a correr, en una salida corrí tras ella y debió encantarle el juego porque me provocaba para correr juntas.
Me hizo gracia y empecé a buscarla cuando me acordaba y entonces comprendí, eso de que los gatos te eligen.
Aquella gatita había captado mi falta de cariño, mi momento personal, mi tristeza, mi soledad y comunicó conmigo en su soledad infantil, en su falta de amigos, en su necesidad de alimento, así que me eligió de compañera, vaya par!!.
El hombre de mi casa no tenía ninguna intención de adoptarla, pero yo empecé poco a poco a dejar la puerta entornada y entraba en alguna ocasión siempre para darme una sorpresa muy cerquita.
Le puse agua y comida, aunque no parecía que fuese su prioridad y pronto me visitaba todos los días a todas horas.
No era muy bienvenida por mi pareja, viejo cascarrabias chapado a la antigua, que no la amaba, y que le daba alguna patada para provocarla un susto con el fin de espantarla, aunque ella era muy lista y apenas retrocedía un metro.
Era muy buena y en vez de encorvarse y provocarnos nos mantenía con nuestros ojos puestos en ella para juzgar sus ocurrencias,
Un día vino hasta la cama, parecía que buscaba calor en ese frío invierno, y la dejé que okupara mi mismo lado de la cama. Me despertó despacito con su patita anunciándome el nuevo día seguido de un arrumaco en la cara..
Convencí a mi pareja de que debíamos ser más considerados con ella y la verdad es que la granuja supo ganarnos a los dos que mirábamos la monerías que se le ocurrían.
Me persigue, se asoma en las puertas a ver por donde ando, me provoca para jugar y se echa la siesta conmigo en el sofá, acurrucadas.
Me la llevo al piso y ya se va haciendo a la nueva situación, un poco de ciudad, un poco de campo.
Ya tengo mamá parece que dice, pero en mí ha despertado un amor que no sabía que existía, tierno y egoísta al mismo tiempo.
Nunca pensé que a mi edad pudiera aflorar la ternura.
Me recuerda la canción de Georges Brassens «El testamento» que en la versión de Claudina y Alberto Gambino dice así:
… Con mi mujer puede acostarse
y mi tabaco terminar
pero jamás muerte de mi alma, al pobre gato castigar
que aunque no tengo yo cien gramos
ni de rencor ni de maldad,
si es que le pega al pobre gato
del otro mundo volveré….
Tengo necesidad de proteger a mi gata y pienso en si me pasara algo, qué sería de ella… ya tengo dicho.